DE ACCESO LIBRE
Lidiar con el oncólogo convencional no suele ser tarea sencilla. Muchos se niegan a aplicar nada que no sea el sota, caballo, rey de siempre, y parecen unidos indisolublemente a la Excel con el protocolo férreo de quimio, radio y cirugía.
Pero la avalancha de evidencia que certifica la necesidad de aplicar acciones complementarias se acumula. En este artículo continúo la serie iniciada con este artículo anterior. En aquella ocasión el estudio se enfocaba en tumores cerebrales. En este se centran en cáncer de colon.
Aunque siempre digo que todos los cánceres son metabólicamente semejantes y que la mayoría de protocolos que propongo pueden aplicarse a cualquier neoplasia, se necesita convencer a oncólogos que han sido educados de la especificidad de esas “más de 200 enfermedades diferentes”.
Un estudio como éste convencerá más difícilmente a tu oncólogo si padeces otro “tipo” de cáncer, pero vamos poco a poco tejiendo una red de evidencia que les deja cada vez menos argumentos para no escucharte.
Indice
Podéis leerlo aquí: https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC4081504/
Y podéis traducirlo al español mediante el Google translate: https://pmc-ncbi-nlm-nih-gov.translate.goog/articles/PMC4081504/?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=wapp
Se trata de un estudio de seguimiento a lo largo de 10 años de una serie de casos de cáncer de colon (n=193) tratados en un centro de medicina tradicional china en la zona de San Francisco, pero que también recibían tratamiento en hospitales locales por oncólogos médicos, quirúrgicos y/o radioterapeutas. Es decir, que seguían un tratamiento complementario.
El tratamiento complementario consistió en medicina panasiática más vitaminas (PAM+V).
El estudio comparó los resultados de casos que aplicaron terapias complementarias sólo a corto plazo, durante el período de aplicación de los tratamientos oficiales, con otras que continuaron en el tiempo.
Y todas se compararon con los resultados de cánceres similares tratados exclusivamente con terapia estándar en hospitales de la zona, usando tanto modelos estadísticos tradicionales como más modernos de inferencia causal.
La combinación de PAM+V con terapia convencional, en comparación con la terapia convencional sola, redujo el riesgo de muerte en estadio I en un 95 %, en estadio II en un 64 %, en estadio III en un 29 % y en estadio IV en un 75 %.
La discrepancia observada en pacientes en estadio III (“sólo” 29% de mejora de supervivencia, aunque incluso esa cantidad es significativa), que se incrementa considerablemente de nuevo en pacientes muy avanzados, en fase IV (75%), puede deberse al espacio muestral más reducido de ese tipo de pacientes.
El oncólogo puede aducir, si llega a leer el estudio, que el tratamiento seguido por estos pacientes consistía en una terapia específica de medicina china, que incluía múltiples hierbas (ver tabla), pero suele incluir también vitaminas y algunas hierbas más o menos ampliamente utilizadas en medicina integrativa.
Además, la mayoría de oncólogos meten en el mismo saco todas las terapias que no quepan en su protocolo, haciendo un cajón de sastre sin matiz.
Porque la idea de presentarle este estudio, publicado en revista científica, es que se abra alguna grieta en su mente que permita que comience a entrar la luz y deje espacio para posibilidades diferentes, pero también aporta información muy relevante de otro tipo: calibrar su reacción ante tu propuesta.
Si los oncólogos se aferran a su protocolo porque “sólo en ellos hay ciencia”, leer un estudio científico que demuestra el valor de ciertas terapias complementarias debería hacer que sus argumentos fueran menos defendibles. En ese caso se trata de ver cuál es su reacción.
Si al menos discute el artículo y establece una conversación al respecto, esa grieta ya existirá o se estará abriendo y hay probabilidades de que pueda convertirse, en mayor o menor grado, en un aliado en tu proceso.
Pero si lo desprecia o lo descarta sin leerlo o lo lee, pero no le concede ningún valor, sabrás con quién te juegas algo muy valioso y podrás tomar una decisión fundamental, que suelo aconsejar en estos casos: cambiar de oncólogo por otro que al menos escuche, si tienes esa posibilidad, o, si no es así, saber que debes tomar decisiones SIN DECIRLE NADA, para no tener que luchar en otro frente que puede desgastarte y que no merece la pena.
Por supuesto que el oncólogo puede decirte que eso no es “evidencia sólida”, porque para ellos sólo es evidencia la que proviene de ensayos en fase III, que reclutan a miles de pacientes.
Pero puedes exponerles los siguientes argumentos, que escribí en un artículo de Cáncer Integral:
“En estos momentos Medicina basada en la evidencia (MBE) se identifica, casi unívocamente, con ensayo aleatorizado con grupo de control en fase III (ECA), que sólo pueden pagar las corporaciones. La “evidencia”, por tanto, se compra.
La definición original de MBE incluía toda evidencia científica y clínica (no sólo ECAs), más el criterio médico y más LA OPINIÓN DEL PACIENTE (artículo).
A continuación: MBE= evidencia científica relevante + Juicio y experiencia clínica del médico + Valores y preferencias del paciente. Fuente
También deberían entender que NO es lo mismo evidencia científica que relevancia clínica y que frecuentemente muchas sustancias con “evidencia” NO TIENEN relevancia clínica:
Por tanto:
Muchas sustancias aprobadas “con evidencia” NO sirven en la realidad. El mundo real, y los análisis bayesianos son diferentes a la evidencia aséptica y académica. Muchas demuestran, además, graves daños y terminan por retirarse del mercado.
Muchas terapias sin la “evidencia” que exigen de forma maníaca, funcionan EN EL MUNDO REAL. Es decir, tienen relevancia clínica aunque no tengan ECAs detrás.
Para añadir otra capa de hipocresía, la mayoría de los fármacos utilizados rutinariamente nunca han sido sometidos a ECAs (estudio). O sea, no tienen la “evidencia” que los sanitarios reclaman para lo que llaman “terapias sin evidencia”. Por tanto, son “pseudociencia”, según la definición oficial. Y, encima, la mayoría tampoco demuestran relevancia clínica alguna, al contrario que muchas terapias despreciadas como, por ejemplo, la ozonoterapia»
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El estudio que analizamos es lo máximo que se permitirá que se pongan a prueba este tipo de terapias, por dos motivos:
Por tanto, podemos esperar sentados a que se congele el infierno, que NADIE pagará para que haya evidencia en fase III de este tipo de terapias.
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Por último, si el oncólogo dice “está DEMOSTRADO que esas terapias no sirven”, en vez de “estas terapias no se han puesto a prueba en ensayos aleatorizados, por tanto NO SABEMOS si sirven o no”, sabrás que estás ante un imbécil y/o un rufián, del que debes desprenderte o que debes ignorar a partir de entonces.
Las medidas de este estudio son importantes, pero hay también otras.
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