Quiénes somos

Me llamo Alfonso Fernández y no soy oncólogo, ni médico, ni estudié ninguna otra profesión sanitaria. Tampoco soy científico profesional.

Uso el plural en ese «Quiénes somos» porque, aunque el artífice y administrador de esta web sea una sola persona y aporte mucha información de calidad y herramientas de conexión, los resultados se obtendrán a base de un esfuerzo colectivo de centenares, espero que miles, de participantes.

Este proyecto reunirá a muchos enfermos, médicos, científicos, ciudadanos y otros sanitarios heterodoxos alrededor de dos potentes pegamentos: información y conexión.

Una mente colectiva activada con un fin de suprema ambición: mejorar cada día la calidad y cantidad de vida de los enfermos de cáncer hasta lograr una sistematización de las acciones terapéuticas que permita un control crónico de la enfermedad.

Y todos unidos con la única forma honesta de relación, sea personal o comercial: la basada en un ganar-ganar.

Pero eso ya lo expliqué en la página “¿Qué es OM?”. Si aún no la has leído te aconsejo que lo hagas ahora y después regreses, porque te contaré la historia de un ingeniero que tuvo que dejar de ser un ingenuo.

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Porque en 2004 yo era un ingenuo de 34 años.

Fue el año en que le diagnosticaron un tumor cerebral a Miriam, mi mujer, en que la operaron dos veces y todo parecía resuelto. Y después seguimos con nuestras vidas, ignorantes de que se había abierto una especial caja de Pandora.

En 2008 el tumor regresó, convertido en una bestia. Recuerdo bien el momento en que un radio-oncólogo me dijo que “no había nada que hacer”.

Sentí entonces lo mismo que quizá sentiste tú cuando escuchaste el diagnóstico, dirigido a ti o a un ser querido. O lo que pudiste percibir si eres un sanitario acostumbrado a dar malas noticias: una avalancha de tristeza, miedo e ira.

Tras llegar a casa hice entonces lo mismo que quizá estés haciendo tú en estos momentos: buscar información. Intentar hacer algo. No poder resistir la impotencia.

Pronto supe que ningún tratamiento convencional la salvaría, ya fuera en la Clínica de Navarra, en Houston o en la Antártida. Los grandes nombres no implicaban mejor tratamiento. Todo era homogéneo y estándar.

No sólo eso, sino que la evolución terapéutica era claramente nula, o casi nula. Las astronómicas cantidades de dinero invertido no parecían retornar en forma de mejoras terapéuticas, sino en forma de artefactos pantagruélicos y sobredimensionados, que cada vez crecían en número y aparatosidad.

Hospitales, máquinas, carreras, institutos, organismos, asociaciones, nuevos fármacos patentables. Una imparable orgía de chiringuitos, beneficios y exaltaciones en prensa de una tecnociencia fastuosa, pero que no redundaba en beneficio palpable para los pacientes. Una maquinaria cuyo único sentido era alimentarse ad aeternum a si misma.

Y todos rindiendo cuentas a una industria farmacéutica que devoraba con fruición los dineros, como un ídolo demoníaco, que medraba aún más al NO alcanzar la cura de NINGUNA enfermedad, mucho menos del cáncer.

Cuando entendí eso dejé de ser un ingenuo de 38 años.

Luego hice lo mismo que tantos otros: mirar hacia “lo alternativo”, y ahí el paisaje era radicalmente diferente: mucha menor estandarización, casi cada maestro siguiendo su libro, abogando por terapias en muchos casos diferentes. Inconexas, carentes de sistema, o eso percibía yo.

Algunos no parecían trigo limpio, porque de todo hay, pero la mayoría estaban llenos de coraje y trataban de recuperar la dignidad de una medicina extraviada y de una oncología corrompida.

En algunos casos con una visión de “sabio ciego” que ve sólo una parte del elefante, pero en otros simplemente aplicando lo que podían, debido a medios limitados que les impedían usar lo mejor y al aislamiento impuesto por un sistema sanitario que castiga como ningún otro al heterodoxo valiente.

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Por todo ello, decidí indagar en los fundamentos conceptuales del cáncer, porque algo no encajaba: lo de las “más de 200 enfermedades de origen genético” se revelaba un fraude más, destinado a patentar decenas de fármacos.

Porque al analizar una tonelada de estudios en las bases de datos científicas algo comenzó a cuadrar por primera vez, y se reveló un paisaje diferente al que nos habían vendido durante décadas.

El cáncer era una sola enfermedad de particularidades metabólicas únicas, diferentes al resto de tejidos, que deberían ser atacadas terapéuticamente con acciones YA existentes, y con abordajes combinados, dejando de lado la ingenuidad conceptual que había reinado hasta entonces, todo en aras del máximo beneficio comercial.

La “ciencia” era una palabra mangoneada, prostituida, masticada y convertida en sucia moneda de cambio para todo un conjunto de intereses espurios. Pero gracias a centenares de estudios y casos clínicos fui construyendo, laboriosamente, un argumentario, unas hipótesis, una visión de conjunto.

Me dispuse por tanto a hacer lo que pudiera: usaríamos el tratamiento convencional, que sabía era tóxico y apenas útil, pero lo aplicaríamos de la manera más racional posible, aunque eso implicara salirnos del estándar, y trataría de proteger a Miriam de sus efectos y potenciar su escasa efectividad con muchas otras medidas. El objetivo era mejorar su calidad y cantidad de vida.

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Fueron años duros de tratamientos, discusiones con médicos mediocres y fatuos, colaboraciones con otros más humanos e inteligentes y, en general, un despertar brusco al mundo de la medicina oficial y su sectarismo, su amor por la autoridad aposentada en las enseñanzas de la industria y su obediencia a protocolos pseudocientíficos basados en fármacos zafios, tóxicos, caros e ineficaces.

En 2012 lancé un blog llamado Cáncer Integral. Al principio con él sólo quería ordenar lo que iba descubriendo, pero pronto me posicioné como una referencia en dieta cetogénica contra el cáncer, en una época en que muy pocos hablaban del tema.

El blog tuvo el éxito suficiente como para tomarme más en serio la publicación de artículos mucho más profundos. No sólo, ante un tema tan delicado, por respeto a los enfermos que leían el blog, sino porque los primeros ataques me confirmaron que debía ser tan preciso y fundamentado en ciencia como NO lo eran los médicos convencionales ni los divulgadores afines al mensaje oficial.

Cuanto más profundizaba, cuanto más densos se volvían mis análisis, más me acercaba a científicos y médicos heterodoxos que buscaban profundidad de juicio y pensamiento crítico, pero más me alejaba del lector medio, del enfermo medio. Era un peaje que debía pagar si quería alcanzar soluciones de orden práctico, que son las que realmente me importaban.

Al final me decidí a escribir lo que yo creí que sería un solo libro, iniciando un camino estratégico que sabía duraría varios años. Porque estaba seguro de que era necesario sistematizar: alcanzar una suerte de conceptos base muy bien fundamentados, que nadie en el mundo alternativo había aposentado, y construir sobre ellos una malla de acciones terapéuticas que poner a prueba en el mundo real.

Con el libro como primer paso, quería encontrar una serie de “puntos de presión” metabólicos, específicos del cáncer, que pudieran ser pulsados con posteriores acciones prácticas.

Pero la creciente complejidad del tema, que descubrí conforme escribía el libro, me hizo entender que debía repartir mis descubrimientos en 6 libros, más uno que fuera un resumen masticado y eminentemente práctico, dirigido al público general. 7 libros que constituirían una Enciclopedia del cáncer como nadie antes se había atrevido a abordar.

Tras la publicación de los 4 primeros tomos, cuando ya había analizado los principales sistemas asociados al cáncer y reunido un listado de puntos de presión y de potenciales terapias que inciden en ellos, comprendí que había llegado el momento de pasar a la segunda y última fase: ir al grano con terapias concretas y conectar entre sí a quienes pudieran prescribirlas y utilizarlas.

Porque sabía que el sistema NUNCA saldría de su nudo gordiano, de su círculo vicioso de ganancias exponenciales y nula evolución terapéutica, porque hay demasiadas carreras y demasiado dinero en juego. Sólo acciones heterodoxas de ciudadanos no inmersos en la rueda del sistema podrían encontrar una solución.

Eso es Oncología Metabólica.

Mi tendencia no es a resolver más o menos un problema, sino a resolver, definitivamente, El Problema. Y tras años de reflexión he llegado a la trágica conclusión de que sólo NOSOTROS (pacientes, familiares, ciudadanos honestos y científicos y sanitarios hartos de la inmundicia de la ciencia y de la medicina oficial) podremos alcanzar La Solución, volviendo al empirismo sucio pero efectivo que durante tantos años constituyó el motor del conocimiento científico.

Un empirismo atacado por quienes quieren seguir atrapados en el ensayo aleatorizado con grupo de control, controlado a su vez por las corporaciones, que dictan en qué se pone dinero para que haya evidencia. Que literalmente deciden qué tiene evidencia. Y que luego difaman todo tratamiento que no ha podido obtener financiación para un ensayo amplio. Que siembran la confusión haciendo creer que “ausencia de evidencia de efectividad” es lo mismo que “evidencia de ausencia de efectividad”.

Y ni siquiera evidencia fiable, al usar variables surrogadas, ensayos manipulados o, literalmente, inventando datos de la nada. Un sistema que ha triturado la decencia y convertido el método científico en otro erial.

Porque muchas terapias sin “evidencia” han demostrado gran relevancia clínica. Y, a la inversa, muchas terapias “con evidencia” (pagada, prostituida), han demostrado NO tener relevancia clínica.

Por eso algunos hemos dicho: hasta aquí hemos llegado. Os demostraremos que los ciudadanos, unidos, os sacarán las castañas del fuego.

Esto es lo que da sentido a mi existencia en este mundo.

He venido aquí para esto. Para tratar de que el cáncer deje de ser ese enemigo imposible de derrotar, para que la gente deje de ansiar y confiar en que un “científico salvador” les guíe hacia la cura con mesiánica precisión.

No, serán ellos mismos quienes, con la ayuda de muchos que llevamos mucho tiempo vertiendo información de calidad, resuelvan SU problema mientras ayudan a todos los demás.

Con información y conexión.

Eso es Oncología Metabólica.

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